La compulsión al comer provoca un total desequilibrio del organismo
Carla González C.
Comer a deshoras, en grandes cantidades y sin tener hambre puede, traer consecuencias que van más allá de la gordura. La ansiedad atrae a la culpa y ésta a volver a probar uno que otro bocadillo.
Manifestarse ansioso, estresado, saltarse comidas e ingerir alimentos poco nutritivos son algunos de los factores que pueden iniciar una alimentación compulsiva, es decir, comer más de la cuenta, sin tener hambre y lo más probable, sintiendo culpa y remordimiento luego de haber rellenado el estómago.
Y es que para algunos, tener comida en frente es sinónimo de ‘comer’ y ‘picotear’ cada uno de los productos que se le presentan y aunque esto suele acentuarse en ciertas épocas o festividades, hay quienes siempre estarán pendientes de tener alguna delicia bajo la manga lista para degustar.
Seguramente muchas personas han pasado (o pasan en la actualidad) por la experiencia del asalto al refrigerador, de los llamados atracones o de verse en medio de la soledad ingiriendo rápidamente una gran cantidad de comida. Estas características precisamente tienen que ver con el comedor compulsivo, el que según los especialistas, en la mayoría de los casos tiene que ver con pacientes que además padecen de trastornos emocionales como depresión, baja autoestima o problemas de personalidad.
A las causas anteriormente descritas, las consecuencias pueden transformarse en algo fácilmente reconocible. Al respecto, la nutricionista clínica de las universidades de Chile y Harvard y experta en medicina china y biológica, Dawn Cooper Braun, menciona que comer compulsivamente puede traer desequilibrios hormonales, los que acarrean algunos “síndromes metabólicos, el perder el control de lo que se come y en algunas personas, bulimia”.
Otros resultados que se aprecian en los comedores compulsivos – quienes suman a la gran ingesta de alimentos, la mala elección de ellos – la profesional menciona que “el comer comida chatarra hace que todo nuestro cuerpo se inflame internamente, lo que nos va enfermando lento, pero seguro, aumentando grasa visceral”, la que luego traerá problemas de tipo cardiovascular, diabetes e incluso infertilidad. “Al estar todo desequilibrado nunca nos saciamos, ya que las señales cerebrales también pierden la estabilidad”, complementa.
A su vez, la bioquímica de la Universidad Católica, Andrea Chicurel Correa, comenta que una de las causas que puede gatillar la compulsión al comer es “la ansiedad que generalmente se produce por dulces y por algunos alimentos que causan más hambre”.
Al respecto, la profesional afirma que este sentimiento sería producido por tres posibles problemas – descartando el emocional - los que enumera como “nutrición pobre en nutrientes, especialmente de proteínas, vitaminas y minerales, alergia o sensibilidad alimentaria y las cándidas intestinales”, éstas últimas definidas como una “infección provocada por una levadura de la familia de las cándidas, que baja el sistema inmunitario y desequilibra la flora intestinal”.
Para Chicurel, el hecho de que las ansias de comer se relacionen con la ingesta de alimentos que no aportan al bienestar del organismo, sentencia que “nuestro cerebro fue diseñado cuando no existía la comida actual, por lo tanto, sólo pide carbohidratos y grasa cuando le faltan nutrientes esenciales”.
En esta misma línea, la bioquímica dice que si bien el ser humano en épocas anteriores comía frutas y carnes y que era ahí donde encontraba la saciedad, en la actualidad la industria de alimentos – quienes según la especialista saben que la comida baja en nutrientes no da saciedad – la fabrican en grandes cantidades. “La comida de antes era distinta: si te comías un queque, éste estaba hecho con harina, huevos, leche y mantequilla de verdad, o sea podían saciarte”, concluye.
Algunos consejos que ayudan a calmar las ansias y disfrutar la comida sin culpa son:
1) Relájese. Siempre debemos tener presente que alimentarse es un derecho humano y no un privilegio sólo de los más delgados.
2) Podemos comer todo lo que deseemos. Uno de los motivos por los que comemos sin parar es porque lo hacemos desde la privación. Cuando uno come pensando en que no debe hacerlo, generalmente se angustia.
3) Cuando hay mucha comida frente a nuestros ojos, debemos decidir calmadamente qué es lo que nos gustaría comer y luego escogerlo. No decida no comer.
4) No hablemos de forma negativa cuando estamos comiendo. Por ejemplo, decir “no tengo que hacer esto”, “estoy muy gordo”, “mañana me voy a arrepentir”, etcétera.
Uno de los sentimientos que más afecta a quienes comen en forma compulsiva es la culpa. Para ellos, es inevitable sentirse muy mal luego de haber comido, se sienten gordos, malas personas e incapaces de sobrellevar responsablemente acciones como un buen régimen alimenticio.
Andrea Chicurel afirma que son pocas las personas que quieren hacerse cargo de su salud en forma verdadera, por eso, la culpa puede “sacarse” en forma temporal con la ayuda de algunos tratamientos “que prometen soluciones fáciles, especialmente cuando son corporales o con medicamentos”.
La profesional menciona además que el hecho de prohibirles cosas a los pacientes significará que ellos no llevarán a cabo ciertas acciones,
pero que llegado el fin de semana, volverán a esa conducta. “Esto es una conducta infantil, que lamentablemente es parte de nuestra cultura. Ningún médico va a tomar decisiones por nosotros y para eso hay que crear conciencia”, afirma.
En ese sentido, Cooper sentencia que la culpa “sólo hace que el problema sea peor, ya que se produce estrés”, el que a su vez según la nutricionista, “engorda, por los cambios hormonales que produce”.
De esta forma, la especialista asevera que el tratamiento debiera ser integral, es decir, un programa que contemple nutrición, ejercicios adecuados y efectivos – “como el kinepilates, ejercicio de mucha concentración y muy reductivo, donde la gente se controla más ya que se entusiasma con los resultados”, recomienda – además de algunas actividades aeróbicas, programas antiestrés, entre otros. La idea es, asevera, comer varias veces al día complementando con estos programas para lograr un buen resultado.
Por último, Dawn Cooper subraya la idea de que es necesario “aprender a cambiar el estilo de vida (del que ya tenemos) a uno saludable, con asesoría nutricional personalizada, ejercicios y la complementación con algunas terapias”, las que sin duda, contribuirán a obtener buenos resultados para poder mirar la comida como algo que sólo es necesario cuando sentimos hambre.
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