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lunes, 21 de marzo de 2011

Incontinencia Fecal y Urinaria en los Geriátricos

Schnelle J y Leung F
TITULO ORIGINAL : [Urinary and Fecal Incontinence in Nursing Homes]
CITA : Gastroenterology 126(Supl. 1):41-47, Ene 2004
MICRO : La documentación científica sobre la eficacia de las intervenciones no invasivas y sobre los costos de implementación de las medidas para el manejo de la incontinencia fecal y urinaria puede conducir a cambios importantes en la asignación de fondos y recursos para los geriátricos.

Introducción

La incontinencia urinaria y fecal constituyen problemas de salud pública prevalentes entre los residentes en geriátricos que se asocian con morbilidad y costos significativos. Se ha estimado que la incontinencia urinaria afecta a entre el 50 y 65% de los residentes, y la incontinencia fecal se observa en la mayoría de ellos.

Numerosos trastornos físicos contribuyen a la patogénesis de la incontinencia urinaria, entre los que se encuentran patologías neurológicas, ginecológicas y urinarias, y así como alteraciones funcionales entre los factores primarios. Es de fundamental importancia diagnosticar y tratar los trastornos subyacentes y las condiciones reversibles, para reducir la gravedad y la frecuencia de los episodios de incontinencia. Sin embargo, aun cuando se mejoren las condiciones fisiológicas, los residentes en geriátricos pueden continuar teniendo incontinencia funcional debido a varias razones primarias: pérdida de la capacidad mental y de la movilidad física para higienizarse en forma autónoma, falta de personal de cuidado en los geriátricos y demora en la entrega de los materiales y absorbentes adecuados.

La inmovilidad y la demencia tienen un papel fundamental en la incontinencia urinaria

La inmovilidad aumenta la posibilidad de incontinencia al impedirle a los residentes en geriátricos concurrir a los sanitarios y la demencia reduce la movilidad. Hay abundante evidencia de disfunción del tracto urinario bajo entre los residentes en los geriátricos, aunque cualquier intervención a realizar debe considerar esos 2 factores como prioridades para los tratamientos iniciales. El tratamiento de las anomalías vesicales no aliviará la incontinencia urinaria si los residentes pierden el acceso y la motivación constante para el uso de los sanitarios.

El grado con el cual la inmovilidad y la demencia contribuyen a la incontinencia urinaria es estimado preferentemente por los estudios clínicos que emplean expulsión programada. Tres elementos de intervención de un programa de expulsión programada compensan los factores de riesgo asociados con la demencia y la inmovilidad: 1) a los residentes se les pregunta cada 2 horas si están secos o mojados; 2) se les pide que requieran asistencia hasta 3 veces; y 3) cuando piden asistencia se los estimula especialmente y se les administra esta asistencia en el sanitario.

La simple intervención intensifica el esfuerzo, no involucra el tratamiento de las anormalidades del tracto urinario inferior y es efectiva. En varios estudios clínicos, entre el 33 y el 60% de los residentes redujeron la frecuencia de su incontinencia a menos de 1 episodio por día, o se volvieron continentes luego de participar en un programa de esas características. La suplementación con tratamiento farmacológico no produjo mejoría clínica significativa.

El mejor factor predictivo de la respuesta a la expulsión programada ha sido la capacidad de los residentes para higienizarse adecuadamente durante los 2 o 3 primeros días de la intervención. Aquellos que lo hicieron adecuadamente el 65% del tiempo o más durante un estudio de 3 días, tendieron a mantener la continencia con este programa durante períodos más prolongados.

Incontinencia fecal: factores de riesgo

La inmovilidad y la demencia son también factores de riesgo primarios para el desarrollo de incontinencia fecal. El programa de expulsión programada puede reducir el papel de estos factores, incluso cuando los residentes tienen trastornos intestinales que contribuyan a la incontinencia fecal. En los geriátricos, la incontinencia fecal puede ser un marcador de declinación de la salud y de incremento de la mortalidad.

Uno de los subgrupos de pacientes, mentalmente indemnes pero inmovilizados que residen en los geriátricos, son los afectados por accidentes cerebrovasculares, que son incontinentes fecales pero no presentan anormalidades de la función anorrectal. Estos pacientes requieren fundamentalmente asistencia para la función de sus esfínteres.

Un diagnóstico incorrecto de los factores que influyen en la incontinencia fecal puede tener efecto negativo sobre el manejo de las percepciones de los residentes en los geriátricos, y puede ser la causa parcial de disparidades entre los síntomas observados y las determinaciones anorrectales.

Constipación, impactación fecal e incontinencia por desborde

Del mismo modo que en la incontinencia urinaria, los trastornos gastrointestinales cumplen un papel importante en la etiología de la incontinencia fecal. Las causas más comunes son la alteración de la sensación anorrectal, la integridad reducida del esfínter o de los músculos del piso pelviano y las anormalidades neurogénicas.

La constipación tiene un papel integral en la aparición de impactación e incontinencia fecal entre los ancianos en las instituciones. Su incidencia aumenta con la edad y es también atribuible a la inmovilidad, a la disminución de la capacidad de contracción, al uso de drogas constipantes y a los trastornos neurológicos. La constipación, definida como menos de 2 movimientos evacuatorios semanales, heces duras, esfuerzo para la defecación o evacuación incompleta, puede ser el resultado de la falta de ingestión de fibras en la dieta, escaso aporte de líquidos y deshidratación, y del uso concurrente de distintos fármacos.

La impactación fecal, una causa mayor de incontinencia fecal, es fundamentalmente el resultado de la incapacidad de la persona para sentir y responder a la presencia de las heces en el recto, siendo la disminución de la movilidad y de la percepción sensorial las principales causas. La falta de percepción de la acumulación de heces en el recto puede producir urgencia extrema para defecar o la pérdida de pequeñas cantidades de heces o líquido fecal, especialmente si se demora la asistencia para concurrir al sanitario. La impactación ocurre con frecuencia en el colon distal y puede producir distensión, dolor abdominal bajo e incontinencia.

Opciones de tratamiento para la incontinencia fecal

Cuando la incontinencia fecal se asocia con diarrea es importante tratar los trastornos subyacentes; entre ellos, la intolerancia o la malabsorción de la lactosa, la malabsorción de sales biliares y la enfermedad inflamatoria del intestino. Los fármacos antidiarreicos, como la loperamida, el difenoxilato o los quelantes de ácidos biliares, pueden ser útiles. El aumento gradual de la ingestión de fibras en la dieta puede aliviar la constipación en la mayoría de los pacientes ansiosos; también los laxantes suaves, los laxantes salinos o estimulantes y los productos osmóticos simples pueden cumplir esta función.

Resumen de los estudios de tratamiento

Múltiples estudios han demostrado que la inmovilidad y la demencia contribuyen a la incontinencia urinaria y fecal. Ambos factores deberían ser considerados en el desarrollo de cualquier intervención para mejorar esos trastornos entre los residentes de los geriátricos. Dos estudios clínicos de intervención que evaluaron los efectos de la expulsión programada demostraron que la adecuación horaria podía disminuir significativamente la frecuencia de la incontinencia urinaria. Sin embargo, sólo en el estudio que combinó la expulsión programada con un protocolo de ingestión de líquidos y de ejercicios se observó disminución significativa en la frecuencia de los episodios de incontinencia.

Hay evidencia de que los protocolos de asistencia alimentaria pueden mejorar la ingesta calórica en esta población, si bien no se han efectuado estudios que combinen ese componente de intervención con la asistencia para la evacuación. Un estudio de ese tipo debería documentar cuidadosamente los requerimientos de tiempo necesarios del personal para establecer un protocolo racional de incontinencia fecal.

El traslado de la investigación a la práctica en los geriátricos

Hay datos que demuestran que los geriátricos no brindan el cuidado adecuado a los residentes con incontinencia urinaria y fecal. A partir de las regulaciones gubernamentales y las normas de prácticas, informes recientes han identificado 5 elementos clave en el cuidado para ser establecidos entre las normas regulatorias de los geriátricos. Dos de esas prácticas tienen relación directa con la incontinencia: higiene sanitaria y cambiado; y 2 se relacionan indirectamente: ejercicios y asistencia para mejorar la ingestión de líquidos y alimentos.

La gran cantidad de datos disponibles que sugieren que los geriátricos no proporcionan cuidado eficiente para los problemas de incontinencia han llevado a emprender nuevas iniciativas, que consisten en incrementar los niveles de personal y de entrenamiento y aumentar las presiones gubernamentales sobre los geriátricos para la observancia de estos cuidados. La documentación científica repetida de las intervenciones eficaces y el costo laboral de la implementación de dichas medidas deberían eventualmente conducir a cambios importantes en el modo en que los geriátricos estatales reciben la provisión de fondos y de otros recursos.

Ref : INET, SAMET, UROLOG, GASTRO
Resumen objetivo elaborado por el
Comité de Redacción Científica de SIIC
en base al artículo original completo
publicado por la fuente editorial.

Sociedad Iberoamericana de Información Científica (SIIC)
2002

sábado, 22 de enero de 2011

¿Sexo en la tercera edad?

Desde tiempos inmemoriales la sociedad ha presupuesto que la tercera edad constituye el ocaso de la sexualidad, el erotismo y la intimidad en hombres y mujeres que entran en esta etapa de la vida. Sin embargo, amen de los cambios fisiológicos que pueden ocurrir, este momento puede ser ideal para el descubrimiento y vivencia de experiencias placenteras, que den, como nunca, riendas sueltas a la imaginación y por qué no, vivir de modos diferentes aquellos amores que tanto nos estremecieron en la juventud. Así un estudio realizado en los Estados Unidos arrojó que definitivamente la búsqueda de placer físico no es garantía solo de los jóvenes. Una encuesta nacional a adultos mayores de 57 años reveló que en estos años muchos tienen relaciones sexuales, y algunos con frecuencia.Según se divulgó, aunque pareciera increíble, más de la mitad de las personas del grupo de mayor edad, entre los 75 y los 85 años, que se encontraban sexualmente activos informó tener relaciones sexuales al menos dos o tres veces al mes, mientras que el 23 por ciento informó tener relaciones sexuales al menos una vez a la semana.Se observó además que la disminución del deseo sexual y de las relaciones obedecía más a los problemas de salud o la falta de un compañero, especialmente en el caso de las mujeres, que a la propia disminución de la libido.Era menos probable que las mujeres fueran sexualmente activas a que lo sufran los hombres en los grupos de edad. Más del 78 por ciento de los hombres entre los 75 y 85 tenían cónyuge u otra relación íntima, mientras que sólo 40 por ciento de las mujeres de ese grupo de edad tenía pareja.SÍ SE PUEDEMás allá del estereotipo de que los ancianos son seres “asexuados” o faltos de imaginación, las investigaciones realizadas en diversas regiones y en distintas décadas del pasado siglo validan cierta actividad sexual en adultos mayores, aunque puedan existir algunas divergencias según el sexo.Biológicamente la mujer anciana pierde completamente sus capacidades reproductivas, mientras hombres de más de seis décadas han sido padres. Pero en cuanto al deseo y la vivencia íntima, la diferencia estriba en la salud de cada individuo y la liberación que tenga, que le haga sentirse capaz de tener sexo a esta edad.También inciden elementos tales como que los hombres tienden a tener parejas más jóvenes y las mujeres parejas más viejas, lo que se traduce en menos oportunidades de intimidad sexual para las mujeres.Según señalan los psicoterapeutas el coito vaginal puede seguir siendo parte de la intimidad de la pareja anciana, lo que disminuye ligeramente a medida que las personas envejecen, con más caricias y besos como la actividad primaria.En la tercera edad ocurren cambios en la imagen corporal como el andar lento, la postura encorvada, se profundizan las arrugas, el pelo se torna escaso y canoso, y disminuye la masa muscular en general. Ello condiciona muchas veces que el atractivo sea menor y por tanto para algunas personas se torna menos interesante el juego de la seducción.Normalmente los cambios fisiológicos en la mujer son la disminución de estrógenos, la vagina se hace más estrecha y disminuye la lubricación, menor congestión del clítoris, labios y plataforma vaginal en general durante la respuesta sexual, así como un menor tamaño y turgencia de los senos. Ello condiciona que la intensidad y frecuencia del orgasmo sea menor.Mientras, en el hombre los cambios fisiológicos varían desde la disminución en la producción de esperma, los niveles de testosterona, la erección se hace más lenta, las contracciones orgásmicas disminuyen en número e intensidad, y el período refractario se alarga.Además se originan cambios psicosociales para ambos sexos dados porque aparecen fenómenos de tipo amnésicos, sobre todo para los procesos de retención, limitando en muchos casos el aprendizaje y la comprensión; afectivamente son frecuentes los sentimientos de abandono y soledad reforzados por las pérdidas de personas más queridas, así como el temor obsesivo de presenciar la muerte del cónyuge.CERCA DE CASAEn algunas investigaciones realizadas en Cuba se reveló que una de las características que definían a la población del adulto mayor es la convivencia con más de una generación, lo que les obliga en ocasiones a compartir su espacio íntimo con los nietos u otros familiares.Como consecuencia su privacidad se ve afectada, máxime cuando, a esta edad es muy importante contar con un ambiente acogedor que les ayude a dar alas a su imaginación, con caricias, besos, abrazos, que les hagan sentirse apasionados.Los especialistas advierten que en este período de la vida, la salud, más que la edad, tiende a afectar las vidas sexuales de las personas. En las consultas es muy frecuente que los hombres y las mujeres que afirman que su salud es mala, son menos propensos a ser sexualmente activos.En la actualidad, dependiendo de la cultura y región geográfica, se presume que los factores limitantes para el bienestar erótico en edades extremas son más bien del tipo psico-social, como la mencionada falta de privacidad, los sentimientos de culpa, la resistencia familiar, la coacción injusta, la incomprensión de necesidades afectivas y la falta de solidaridad, sobre todo cuando estas personas dependen económicamente de otras más jóvenes.Sin dudas aún persisten muchos prejuicios en torno al erotismo en la tercera edad, posturas rígidas que permanecen en los mismos adultos mayores, similares a las de siglos anteriores.Mientras, la realidad evidencia que hay quienes se encuentran en la séptima y octava década de la vida, y mantienen una estupenda vida sexual con su pareja, dentro de un marco de ternura y amor, pero se ven obligadas a no comentarlo pues tienen miedo de caer en el ridículo de las críticas sociales, que hacen referencia a “esos viejos que no deberían andar en esas cosas”.No obstante, los resultados de estos estudios abren nuevas perspectivas y esperanzas en el espectro sexual de los que atraviesan la tercera edad y demuestra que en todos los momentos de la vida el sexo y el amor están íntimamente ligados.Cuando se prepara el terreno con suficiente tiempo y se aprende a recibir la ancianidad con bríos para defender el espacio y la felicidad propios, no hay barreras que impidan a ningún ser humano cultivar sus legítimas fantasías sexuales y disfrutar a plenitud del cuerpo y la experiencia.

martes, 7 de septiembre de 2010

Características de las caídas en el adulto mayor que vive en la comunidad

Gisela González C, Pedro Paulo Marín L, Gloria Pereira Z1.

Correspondencia a: Dra. Gisela González C. Dirección: Unidad de Geriatría PUC, Lira 39, Santiago. E-mail: giselag@ctcreuna.cl

Background: Falls by older adults are a frequent problem among ambulatory patients in primary care. Aim: To describe the prevalence and features of falls among elders consulting to an ambulatory Geriatric Clinic. Patients and methods: Persons aged 60 years or more were surveyed about the number of falls in the preceding six months, the characteristics and consequences of each falls. Biopsychosocial characteristics were recorded and the Tinetti gait and balance test was performed in all patients reporting falls. Results: In 104 (18.2%) of 571 clinical consultations, one or more falls were reported. Among patients who fell and provided complete data (n=95), 64% reported one fall and 36% reported two or more, totaling 156 falls to analyze. The mean age of the patients with falls was 71.8±6.8 years. The functional and cognitive status was normal in 73 and 71.6% of cases respectively and 38% carried out periodical physical activity. Fifty seven percent of falls occurred outside of home, and an extrinsic factor was a precipitating cause in 55% of the falls. A post-fall syndrome appeared in 21% of cases and 2.6% resulted in fractures. Falling two or more times versus one time during the last six months was statistically associated with an age over 75, an absence of periodic physical activity, functional impairments, three or more chronic diseases, neurological diseases and with living alone, among other variables.Conclusions: Falls among elders occur mainly outside of home, in subjects older than 75 years old, functionally dependent and with an important involvement of extrinsic factors. Physical activity, as well as the control of environmental risks, could be protective factors against recurrent falls (Rev Méd Chile 201; 129: 1021-30).
(Key Words: Accidental falls; Aged; Aging; Geriatrics)
Recibido el 30 de marzo, 2001. Aceptado el 20 de junio, 2001.
Programa de Geriatría y Gerontología, Departamento de Medicina Interna,
Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Católica de Chile.
1 Enfermera Universitaria, "Proyecto FOSIS-PUC, Lo Espejo"
La caída, definida como cualquier acontecimiento que precipita al individuo al suelo en contra de su voluntad1-3, es un problema frecuente en las edades extremas de la vida. Las consecuencias en el caso del adulto mayor (AM) pueden llegar a ser importantes, provocando en muchos casos, distintos grados de deterioro funcional, el llamado "Síndrome Post Caída", hospitalizaciones y muerte prematura, especialmente a través de las fracturas. La caída puede ser además, un marcador o signo de otros problemas de salud y/o el anuncio de una nueva o más grave caída en un futuro próximo4-9.

Se estima que aproximadamente un tercio de la población mayor de 65 años que vive en la comunidad, sufrirá una caída en el transcurso de un año3,10-13, pudiendo llegar esta cifra al 50% entre los AM institucionalizados o en los mayores de 80 años3,4,14,15. Así, como otros síntomas frecuentes en esta etapa de la vida, suele no ser referido espontáneamente a los profesionales de salud ni generar una consulta médica, por lo que su pesquisa debe ser realizada activamente por éstos, como también el inicio de un adecuado tratamiento preventivo de nuevas caídas2.

Su causa en los AM suele ser multifactorial, en la que participan "factores intrínsecos" que son aquellos relacionados con el paciente (fisiológicos o patológicos), como un enlentecimiento en los reflejos posturales, enfermedades orgánicas y deterioro funcional, psicológicos o el uso de algunos fármacos (especialmente psicofármacos e hipotensores) y por otra parte "factores extrínsecos" (ambientales) como una mala iluminación, objetos que faciliten un tropiezo o resbalón, etc3,11,16-18. Muchos de estos factores son al menos parcialmente corregibles al ser pesquisados en la evaluación clínica. Se considera que el riesgo de caer es mayor, mientras mayor sea el número de factores de riesgo existentes, siendo el paciente con algún nivel de deterioro funcional y mental quien tiene más probabilidades de sufrir caídas y que éstas ocurrirían fundamentalmente, por tanto, en su sitio habitual de residencia16-18.

En 1996, se desarrolló en la comuna urbana de Lo Espejo, en Santiago, un proyecto de intervención en los AM de escasos recursos económicos, diseñado por el "Programa para el Adulto Mayor" y el "Programa de Geriatría y Gerontología" de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica, financiado por el Fondo de Solidaridad Social (FOSIS). Uno de los objetivos fue prestar atenciones de salud comunitaria con un enfoque geriátrico, en los consultorios locales y para ser atendidos, sólo se exigía tener 60 o más años y vivir en la comuna. Este proyecto llegó a ser conocido por gran parte de la comunidad de AM de la zona, por lo que dada su facilidad de acceso, pensamos que el grupo de AM participantes, bien pudiera ser semejante a la población de AM que normalmente acude a los consultorios de dicha comuna.

Dada la importancia del tema y la ausencia de datos nacionales publicados, decidimos aproximarnos a la descripción de este problema, desde la población que normalmente solicita atención en centros de atención primaria (AP), es decir, desde lo que representa al menos, la realidad inmediata que deben enfrentar los profesionales de este nivel de atención. Los objetivos fueron: 1. Conocer la prevalencia y consecuencias de las caídas en el adulto mayor de 60 años, que solicitaron atención en el Programa para el Adulto Mayor PUC-FOSIS-Lo Espejo, 2. Analizar las características de las caídas y de los AM que caen, y 3. Detectar posibles factores biopsicosociales asociados al AM que cae frecuentemente (³2 caídas en 6 meses).

MATERIAL Y MÉTODO

Estudio descriptivo de prevalencia en que se encuestó a todos los pacientes de 60 y más años que espontáneamente solicitaron atención médica en el Programa para el Adulto Mayor PUC-FOSIS-Lo Espejo, durante los meses de enero a mayo de 1999, interrogándolos por el antecedente de caídas en los 6 meses previos a la consulta. A los AM que referían haber caído, se les preguntó por su número y características: lugar, horario, factores extrínsecos probablemente relacionados a ella, síntomas inmediatamente previos, consecuencias físicas y psicológicas (Síndrome Post-Caída), definido éste último, como cualquier cambio de conducta posterior a la caída por temor a caer nuevamente. Zona de impacto, si se encontraba solo al momento de caer y si la caída generó o no una consulta médica. Además se registró su edad, si vivía solo o acompañado, práctica de actividad física (caminata o gimnasia durante 20 min al menos 3 veces por semana), presencia de enfermedades crónicas más frecuentes (HTA, diabetes mellitus, cardiopatías, enfermedades osteomusculares, respiratorias y neurológicas, trastornos de visión cercana (prueba de Jager) y de audición (prueba de susurro), estado nutricional, utilizando el Indice de Masa Corporal (IMC) (normal un IMC=25-30, obesidad un IMC >30 y enflaquecimiento un IMC <>19,20, cuya puntuación va de 0 a 5, correspondiendo el 0 al paciente completamente autovalente y el 5 al paciente postrado, una evaluación mental con la prueba de Pfeiffer (0-10 ptos)21, siendo normal un puntaje de 0-2 e indicador de deterioro cognitivo de severidad directamente proporcional al puntaje obtenido. Se buscó la presencia de posibles trastornos de la marcha y el equilibrio a través de la prueba de Tinetti (T)22, separando el área Marcha (0-12 ptos) y Equilibrio (0-16 ptos); esta prueba otorga un mayor puntaje, mientras más conservada tienen estas funciones y por último, se evaluó su estado anímico con la prueba Yesavage15 (0-15 ptos)23, que es la versión acortada y validada de la Geriatric Depresion Scale(GDS)24,25, considerándose como normal un puntaje de 0-5, indicador de probable depresión moderada a un puntaje de 6-10 y de probable depresión severa a un puntaje de 11-15.

Se consideró en el presente trabajo, una capacidad funcional alterada a una EFCR ³1, presencia de deterioro cognitivo a un resultado en prueba de Pfeiffer ³3, presencia de un trastorno de la marcha o equilibrio a un T con puntaje £ y £, respectivamente y como indicador de un probable trastorno depresivo a un GDS 15 ³6 puntos.

Se consideró dos o más caídas en los 6 meses previos como "caída frecuente", por considerar esta situación, de acuerdo a la literatura10, de mayor riesgo de sufrir nuevas caídas y lesiones serias. Se eligió el período de 6 meses y no de 12 utilizado en algunos estudios, por conllevar éste, un menor riesgo de olvidos10. Por último, se buscó asociación de ella con los factores biopsicosociales antes mencionados.

Algunos pacientes consultaron más de una vez en el período estudiado, si éstos referían nuevas caídas en consultas posteriores, se consideraron éstas, como nuevas "consulta-caída". Si la nueva caída ocurría en un período menor a 6 meses desde la primera referida por el paciente, se sumó al número total de sus caídas, aumentando así, la frecuencia de caídas/6 meses por paciente.

Se analizaron los datos en el programa Epi Info 6,04, buscando frecuencia de distintos parámetros y asociación de variables discretas con prueba c2 (con corrección de Yates) o con prueba exacta de Fisher cuando el valor esperado de una variable en tabla 2x2 fue <>

RESULTADOS

La encuesta fue respondida por el propio paciente salvo en 3 casos en que, por presentar un deterioro cognitivo avanzado, se interrogó a la familia. Estos 3 casos no fueron considerados en la evaluación de estado anímico (GDS 15) por las mismas razones.

Se atendieron 571 consultas (433 a mujeres y 138 a hombres), pesquisándose el antecedente de caídas en los últimos 6 meses, en 104 de ellas (18,2%), las que fueron presentadas por un total de 95 pacientes (9 consultas fueron realizadas por pacientes que consultaron más de 1 vez, habiendo presentado nuevas caídas entre las consultas posteriores). Un 64% (n=61) de los pacientes refirió haber presentado 1 caída en este período y 36% (n=34), 2 o más, obteniéndose un total de 156 caídas a analizar. La distribución por sexo de los 95 AM que cayeron fue de 81 mujeres y 14 hombres, siendo 137 de las 156 caídas sufridas por mujeres, por lo que la tasa de caídas fue ligeramente superior en éstas (1,7 y 1,4, respectivamente).

La edad media del grupo que sufrió caídas fue de 71,8 años, ds 6,97 (rango 60-89). Vive solo 13,7% de los pacientes que caen. En la Tabla 1 (columna C) se observan las características de la muestra estudiada. Se desprende que la mayoría de los pacientes que cayeron presentó una evaluación funcional normal (EFCR 0 = 71,6%) o levemente afectada (EFCR 1 = 20%), no encontrándose niveles de extremo deterioro (EFCR 4-5 = 0%). La evaluación mental fue también normal (Pfeiffer 0-2) en el 72% o levemente dañada (Pfeiffer 3-4) en el 16%. Un 62% negó realizar actividad física con frecuencia y la prueba de Tinetti se encontró alterada con mayor frecuencia en el área Equilibrio (51,6%) que en el área Marcha (30,5%), aunque el grado de afectación en ambas fue discreta (puntaje medio 14,6/16 v/s 11,3/12, respectivamente).


Sólo encontramos asociación significativa (Tabla 2) entre el caer ³2 veces en 6 meses y el tener algún grado de limitación funcional, una edad ³75 años, 3 o más enfermedades crónicas simultáneamente, vivir solo, ausencia de actividad física, así como con el tener un resultado en el T Equilibrio £13/16 ptos y un T Marcha £9/12 entre otros, reflejándose la magnitud de la probable influencia de estos rasgos en la Tabla 1 (columna D en "negrita"). En las columnas A y B de la misma tabla, se observa que el grupo que presenta policaídas tiene con mayor frecuencia algún grado de deterioro cognitivo en relación al grupo que presenta caídas únicas (38,2% v/s 23%), síntomas depresivos (45,2% v/s 31%), HTA (58,8% v/s 42,6%), problemas auditivos (17,6% v/s 5%) y desarrollan más frecuentemente un Síndrome Post Caída (23,5 v/s 11); también usan con mayor frecuencia 3 o más medicamentos simultáneamente (20,5% v/s 14%), vasodilatadores (38% v/s 27,8%) y diuréticos (17,6% v/s11%), aunque estas diferencias no alcanzan significación (p >0,05). Tampoco encontramos asociación significativa entre el presentar ³2 caídas y el resto de las variables estudiadas.


Las caídas ocurrieron (Tabla 3) en su mayoría durante el día, especialmente en la mañana, existiendo como causa precipitante un tropiezo o resbalón en el 55% del total. La Tabla 4 muestra que el 57% (89/156) de ellas, ocurrió fuera del domicilio del paciente. La mayoría (52%) de las caídas que ocurrieron en la casa correspondieron a pacientes que tenían algún grado de limitación funcional (EFCR ³1), mientras que esto ocurre solo en el 30% de las ocurridas fuera (c2= 6,77, p <0,01, or="2,52," c2=" 11,66," or=" 4,06,">




Las zonas más frecuentemente impactadas (Tabla 5) fueron las extremidades, siendo la cadera golpeada sólo en el 2,6%. Se produjo una fractura en el 2,56% (4/156) de las caídas y llama la atención que en la mayoría (3/4) de ellas ocurrió tras una caída sufrida por AM <>


DISCUSIÓN

El antecedente de caídas en los últimos 6 meses, en casi 1 de cada 5 de las consultas efectuadas por AM en AP y el que más de un tercio de los pacientes que caen, sufra caídas frecuentes, parecen datos importantes, especialmente si consideramos que, dado que el estudio se basó en el recuerdo del paciente, pudiera ser que por la presencia de olvidos, estas cifras sean aún mayores. En USA en un estudio prospectivo realizado entre pacientes ³65 años, que acuden a centros de AP, se observó que 36% presentó al menos 1 caída en 1 año26. En nuestro estudio se registró la frecuencia con que existe el antecedente de caídas en las consultas realizadas por AM y no la prevalencia de caídas entre los pacientes que consultaron, sin embargo, la cifra es semejante (18,2% en 6 meses).

El perfil encontrado del AM que cae en AP, corresponde a un paciente con buena capacidad funcional y mental, lo que es propio de la mayoría de los pacientes que consultan en este nivel de atención, que cae generalmente fuera de la casa, existiendo un factor extrínseco como causa precipitante en 55% de ellas lo que sería en teoría, fácilmente corregible. Observaciones semejantes han sido realizadas en otros estudios en pacientes ambulatorios27,28.

En este trabajo no se analizaron las características de los AM que referían ausencia de caídas en los últimos 6 meses, sin embargo, de acuerdo a estudio realizado previamente en este mismo Programa29, con respecto a la población general consultante a la que pertenece la muestra estudiada, existe en el nuestro, una leve mayor prevalencia de daño funcional en (27,4% v/s 21%) y mental (28,5% v/s 21,5%), fue similar la prevalencia de trastornos visuales (75 v/s 76,3%) y también la de la mayoría de las demás patologías crónicas estudiadas. Sorprende la alta frecuencia con que se encuentran trastornos visuales, así como su falta de asociación al caer³2 veces, lo que pudiera estar en relación al tamaño de la muestra, a que otras variables estén interactuando con la variable visión ocultando su efecto o simplemente, que no sea la visión cercana evaluada aquí, la más involucrada en la detección de elementos que faciliten la caída.

El desarrollo de un síndrome post-caída, parece similar (16-25%5,7,12 a lo referido por algunos autores. En cambio, la prevalencia de fracturas por caídas, está en el límite inferior al rango encontrado en la literatura (2,5-6%)3,5,8,12,14,15,17,27, lo que al menos en parte, pueda ser atribuible al diseño de esta investigación: si las fracturas ocurrían en extremidades inferiores, precisamente por esta causa, se haya limitado el acceso a la consulta, provocando por tanto, un subregistro de ellas.

Llama también la atención, que la mayoría de los pacientes que se fracturan son también AM jóvenes (£75 años), completamente autovalentes y que no son caedores frecuentes. A pesar de que el número de fracturas es muy pequeño (n=4) y que solo el azar pudiera ser responsable de estos datos, una posible explicación pudiera estar también, en el gran deterioro de las calles y espacios públicos que existe especialmente en los sectores populares de la Región Metropolitana, lo que enfrenta a un paciente con daños subclínicos o clínicos menores, especialmente si no cuenta con una adecuada red de apoyo socio-familiar ni una adecuada situación económica, a la necesidad de exponerse a situaciones y acciones que conllevan un mayor riesgo de caer y fracturarse. En este sentido, podría reforzar esta impresión, la asociación existente entre las caídas frecuentes y el vivir solo (Tabla 3) y el que la mayoría se encuentra solo al momento de caer. Esto podría dar cuenta de la diferencia con respecto a la mayoría de las referencias bibliográficas, basadas en observaciones realizadas en países de mayor nivel de desarrollo que el nuestro, que focalizan el sitio preferencial de las caídas en el domicilio y en pacientes con mayor deterioro que el encontrado aquí. Se requerirían nuevos estudios, ojalá prospectivos, para aclarar esta situación y sería interesante analizar la relación existente entre los factores intrínsecos y extrínsecos clásicos que predisponen a una caída, frente al nivel de exposición al riesgo de caer condicionada por factores sociales (falta de una adecuada red de apoyo, por ejemplo) o económicos.

Existe una asociación límite (p= 0,053) entre las policaídas y la ausencia de actividad física frecuente, que sin embargo nos parece interesante señalarla, ya que, no encontrando en la muestra total, asociación entre el grado de actividad física y la capacidad funcional indemne o alterada (c2= 0,41 p= 0,52), sí observamos en el subgrupo de pacientes con mayor actividad, una pérdida de la asociación entre caer 2 o más veces con la presencia de algún grado de daño funcional y lo mismo en relación a la edad ³75 años (prueba exacta de Fisher: p para 1 y 2 colas >0,05 en), todo lo cual sugiere una probable relación efectiva entre las caídas frecuentes y el sedentarismo y que el hacer o no ejercicios podría no estar en esta muestra, condicionado por la presencia de limitación funcional.

Esta asociación entre el sedentarismo y el presentar caídas reiteradas, junto a la alta frecuencia con que se observaron factores ambientales relacionados al caer, permiten plantear contenidos de posibles intervenciones preventivas, además obviamente, de las acciones médicas (preventivas y terapéuticas), de las patologías crónicas que provocan deterioro funcional, es decir, aplicando intervenciones con un enfoque multifactorial. Esto sería concordante con estudios recientes que concluyen que con este tipo de enfoque se obtienen mejores resultados30, en términos de disminuir el número de caídas y la gravedad de las consecuencias, que aquellas que intervienen algunos de esos aspectos de forma aislada31,32. No obstante, dada la alta prevalencia de caídas y el que la mayoría de los pacientes que caen, al igual que los que en este estudio se fracturaron, son AM jóvenes, autovalentes y con una importante actividad fuera del domicilio, es decir características comunes a la mayoría de los pacientes mayores de 60 años que vive en la comunidad, estas intervenciones debieran probablemente, aplicarse a la población general de AM y no sólo a los que presenten algún factor de riesgo determinado.

A pesar de que en este estudio, la presencia de caídas frecuentes no se vio significativamente asociada a la aparición de un Síndrome Post Caída y de que 3 de las 4 fracturas ocurrieron en pacientes que sólo habían caído 1 vez en los 6 meses previos a la encuesta, pensamos que la situación de caer frecuentemente no debiera dejar de considerarse de riesgo. Existen suficientes datos en la literatura10,12,13,33, que avalan su relación con la presencia de múltiples patologías asociadas y con alto riesgo, por tanto, de nuevas caídas futuras. Sin embargo, por lo expresado en el párrafo anterior, no debiera probablemente restringirse a este grupo los cuidados preventivos, sino enfatizar en éstos, diferentes medidas de acuerdo a los diferentes problemas subyacentes que pudieran existir y a su grado de autonomía, tratando de incorporar a la familia en aquellos con menor autovalencia.

Podemos concluir que a pesar de que entre los pacientes con caídas reiteradas, se observa asociación con la presencia de deterioro funcional, según lo descrito en el trabajo, el AM ambulatorio que cae es un paciente básicamente autovalente o con problemas funcionales menores, en el que los factores de riesgo extrínsecos por tanto, adquieren especial relevancia. Las caídas parecen un problema frecuente no exento de consecuencias importantes que podría ser intervenido, entre otras, con medidas de cuidado ambiental y promoción de la actividad física, dirigidas a todos los AM, sin seleccionar a aquellos con algún factor de riesgo específico. Sería interesante estudiar la relación entre la capacidad funcional y la probable mayor exposición al riesgo de caer, determinada por una, muchas veces inadecuada, red de apoyo socio-familiar o situación económica.

Agradecimientos:

A los Drs Steven Wallace, Profesor Asociado del Departamento de Salud Pública de la Universidad de California, Los Angeles, USA; Paula Bedregal, Departamento de Salud Pública de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Sra. Marta Morales C, Auxiliar de Enfermería "Proyecto FOSIS-PUC, Lo Espejo".

REFERENCIAS

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CAÍDAS EN EL ANCIANO

Son causa de involución negativa y de discapacidad en el anciano. Elevan la morbi-mortalidad y en numerosos casos provocan la pérdida de independencia.

ETIOLOGÍA DE LAS CAÍDAS EN EL ANCIANO:

FACTORES INTRÍNSECOS:

1. FACTORES FISIOLÓGICOS DEL ENVEJECIMIENTO que favorecen las caídas:
aquellos que causan problemas en la estabilidad de la postura y en la marcha del anciano.
Aquellos que producen mareos y síncopes:
Problemas auditivos.
Dificultades en la visión.
Alteraciones neuroendocrinas: disminución de la renina y de la aldosterona.
Alteración de los baroreceptores y el mermo del flujo sanguíneo cerebral.
2. ENFERMEDADES que favorecen las caídas:
Es frecuente que un aciano presente de 3 a 4 enfermedades a la vez, como promedio, lo que aumenta su predisposición a sufrir un accidente como es la caída.
Enfermedades de causa NEUROLÓGICA: convulsiones, cuadros confusionales, demencia, enfermedad de parkinson, ACV.
Enfermedades de causa CARDIOVASCULAR: hipotensión ortoestática, hipotensión esencial, infarto de miocardio, estenosis aórtica, fibrilación auricular.
Enfermedades de causa MUSCULOESQUELÉTICA: artrosis, artritis, miositis, debilidad muscular, osteoporosis.
Otras causas: hipoglucemia, hipotiroidismo, incontinencia urinaria, deshidratación, síncope neurovegetativo, anemia, ansiedad, depresión, diarrea, hemorragia, infección, intoxicación, etc,
3. MEDICAMENTOS que pueden influir en las caídas:
fármacos antiparkinsonianos, hipnóticos, antiinflamatorios no esteroideos, hipoglucemeiantes, antiarrítmicos, diuréticos, IECAs, betabloqueantes, neurolépticos, antidepresivos, hipotensores, etc.

FACTORES EXTRÍNSECOS:
Muchos de estos factores son conocidos por la persona mayor pero no son evitados.
Muchos de los riesgos existentes son debidos a barreras arquitectónicas del propio hogar del anciano, que es el ámbito donde se producen la mayor parte de las caídas de los ancianos.

1. BARRERAS ARQUITECTÓNICAS:
- Mobiliario inadecuado, sillas y sillones sin respaldos lo suficientemente altos y estables.
- Ducha y bañera resbaladiza, cuyos suelos carecen de esteras que impidan escurrirse con el agua frecuente en el pavimento de estas dependencias.
- Escaleras sin barandillas y con escalones desgastados o demasiado grandes.
- Estantes elevados, fuera del alcance del anciano.
- Iluminación deficiente.
- interruptores de la luz de difícil acceso, con lo cual no se puede iluminar la habitación.
- Presencia en el suelo de cables o cordones, pequeños objetos y otros obstáculos en general que induzcan a la caída.
- Suelos resbaladizos.
- Camas altas.
2. COSTUMBRES PELIGROSAS:
- Caminar descalzo.
- Usar pastillas de jabón.
- Subirse a sillas, tabules o escaleras.
- Giros y movimientos bruscos del cuello o del cuerpo.
- Cambios bruscos de postura.
- Esfuerzos físicos excesivos para su edad.
- Abuso de alcohol, hábito tóxico causante de inestabilidad, con presencia de tambaleo y problemas en la coordinación de la deambulación.
- Una dieta incorrecta que no aporte los nutrientes necesarios.
- Uso de calzado inadecuado, como tacones demasiado altos o con zapatillas sueltas.

CONSECUENCIAS DE LAS CAÍDAS EN EL ANCIANO:
Aproximadamente un 80% de los casos no pasan de pequeñas lesiones o no presentan ninguna.
El resto, los que si sufrieron secuelas de consideración, la fractura de fémur es la lesión más frecuente, y después, siguiendo el orden de frecuencia, fractura de antebrazo, húmero y pelvis. Un anciano comparado con una persona joven, sufre 20 veces más fracturas costales, traumatismos encefalocraneanos y hematoma subdural crónico. En las caídas sin consecuencias lesivas, la secuela más importante consiste en el “SÍNDROME POST-CAÍDA” (miedo a volver a caer).
No todas las personas ancianas desarrollan este síndrome, pero las que sí, pueden llegar a inmovilizarlos totalmente, evitando cualquier intento por reanudar la marcha con todo tipo de excusas.
El desarrollo o no de este síndrome dependerá de:

ESTADO PSICOFÍSICO, lo favorecerá:
Personas con alteraciones en la marcha.
Alteraciones en los sentidos.
Alteraciones neurológicas.
Inmovilidad previa a la caída.
Enfermedades crónicas incapacitantes.
Personas sobreprotegidas en el entorno familiar.
Mayores de 80 años.
Obesidad que restringe la movilidad.
Depresión.

CONDICIONES QUE ACOMPAÑAN A LA CAÍDA EN SU EVOLUCIÓN:

No levantarse solo tras la caída.
Crea inseguridad ante la posibilidad de no levantarse por sí mismo, y no comprobar si era capaz de hacerlo.
Estar más de una hora en el suelo.
El anciano prefiere no movilizarse antes que repetir la experiencia traumática.
Vivir solo.
VALORACIÓN DE LAS CAÍDAS:

ANAMNESIS:
Enfermedades pasadas y presentes.
Presencia de discapacidad física y/o mental.
Medicamentos que consume.
Actividad física.
Caída (hora, lugar, inicio, causa...)
Apoyo social y familiar.
Posibilidad de desarrollo del síndrome post-caída.
EXAMEN FÍSICO:
Valoración del equilibrio y marcha.
Signos de anemia?
Examen optalmológico y exploración de la agudeza visual.
Deformidades en las extremidades inferiores?
TA, Fc en reposo y de pie.
Examen cardiológico.
Masaje en seno carotídeo, si no existe enfermedad vascular o anomalias en la conducción.
Exploración neurológica.
Investigar si han existido sobrecargas emocionales antes de la caída.
PRUEBAS DE LABORATORIO:
Audiometría si la caída se acompaño de vértigos.
Ecocardiograma en paciente con soplo.
Rx de columna cervical para pacientes con problemas en la marcha, espasticidad de miembros inferiores e hiperreflexia.
EEG Y TAC.
ECG.
Hto., serie roja, serie blanca, electrolitos, glucemia, etc.
Pruebas para determinar el nivel de ciertos fármacos.
TRATAMIENTO DE LAS CAÍDAS EN EL ANCIANO:
PREVENCIÓN

PREVENCIÓN DE LAS CAUSAS INTRÍNSECAS
Si el anciano padece hipotensión ortoestática, tomar las siguientes precauciones:
No cambiar bruscamente de postura.
Usar medias elásticas en extremidades inferiores.
Acortar los periodos de encamamiento.
Si está en cama, elevar la cabecera unos 20 grados.
Anular o disminuir el consumo de fármacos que produzcan hipotensión.
Corregir trastornos electrolíticos, deshidratación, anemia, etc.
Cuando las medidas anteriores no dan resultados, se puede administrar FLUORCORTISONA entre 0,3 y 0,8 mg/día.
Corregir defectos visuales y auditivos, mediante gafas y audífonos respectivamente. Acudir con frecuencia al especialista.
Controlar las enfermedades más comunes relacionadas con las caídas (musculoesqueléticas, neurológicas, cardiovasculares,...).
Cuidar regularmente el estado de los pies.
Aumentar la actividad física con un plan de ejercicios que estimulen una mayor fuerza y coordinación corporales.
Cuando hay problemas en el equilibrio y en el andar del anciano, valorar la utilización de un bastón o andador como medio idóneo de apoyo.
Procurar un bastón lo suficientemente alto, proporcionado a la altura de la persona, si es demasiado bajo puede perjudicar a la espalda.
Un buen bastón debe ser robusto, grueso, con la empuñadura en forma de gancho.
Hay que aprender a llevarlo. Por ej. Si una pierna está mala, cogerlo con la mano del lado contrario.
Reducir la polifarmacia por sus efectos negativos en las caídas.
Dieta equilibrada.

PREVENCIÓN DE LAS CAUSAS EXTRÍNSECAS
Adaptar el hogar a las condiciones del anciano.
Evitar las escaleras en mal estado y sin pasamanos. Colocar tiras antideslizantes en las escaleras.
Cuando se utilice bastón o muletas poner especial cuidado al salir y entrar en casa.
Dotar al hogar de una iluminación adecuada.
Fijar los cables eléctricos a un rodapié.
Usar sillas y sillones fuertes, con respaldos altos y robustos.
Evitar felpudos o alfombras sueltas por la casa.
Colocar ropa, artículos de primera necesidad, interruptores, etc., al alcance de la mano.
Limpiar inmediatamente el suelo tras alguna humedad.
Instalar agarraderos en los pasillos de la cas.
Prevenir accidentes en la ducha, colocando barras para sujetarse y adhesivos antiresbalones.
Si se posee jardín o terraza en casa, no pasar por las baldosas con espacios intermedios o pulidas en exceso.
Llevar a la compra un carro de fácil desplazamiento en lugar de bolsas.
Si la nicturia se presenta a menudo, dejar alguna iluminación en el servicio y en el recorrido hasta el baño.
Vestir con comodidad.
Calzarse con zapatos adecuados y confortables.

EDUCACIÓN PREVENTIVA DE LAS CAÍDAS
TERAPIA SÍNDROME POST-CAÍDA

- Las caídas no son normales en los ancianos.
- Después de una caída no sobreproteger al anciano.
- Las caídas pueden evitarse.
- Después de una caída debe dejarse al anciano que realice las actividades rutinarias que venia realizando.